lunes, 6 de junio de 2011

Mi cumpleaños.

Hoy, hace un año, mi mamá murió. Se fue el mismo día que la conocí, a los 67 años de edad (yo nací en 1967). Lo bueno es que no soy supersticiosa ni creo en numerología ni nada de esas cosas aunque todavía no defino lo que significa para mí que se haya ido precisamente en esta fecha. Sin embargo, siempre la recordaré, sea en este día o cualquier otro.

Mi mamá fue una persona muy compleja. Llena de contrastes y contradicciones. Llena de amor y llena de rencores. Llena de pasión y cansada de vivir. La amé intensamente, fue mi primer amor, mi primera y mejor amiga, mi maestra y mi confidente, mi heroína y mi ejemplo a seguir.

Lo nuestro era llorar, llorábamos a la menor provocación, llorábamos de tristeza, de alegría de pesar, de arrepentimiento, de nostalgia, de penas ajenas. Mi mamá fue la cinéfila más ávida que he conocido. Ella clasificaba las películas de acuerdo a la cantidad de lágrimas que derramara al verlas, entre mas llanto, mejor era la película. Si lloraba mucho con una película, toda la familia tenía que verla, a fuerza.

También fue la más generosa. Cuando iba de compras siempre pensaba en los demás y nos compraba de todo a mis hermanos y a mí. Pero también era muy buena administradora, de ella aprendí a nunca contraer deudas y a siempre tener dinero en el bolsillo. De ella aprendí a regatear, y a saber en dónde comprar lo que buscaba. De ella aprendí a escoger las mejores frutas y verduras en el mercado, y a no comprar en ese puesto porque es muy caro.

Lo que nunca aprendí de ella, fue a cocinar, y no porque no quisiera enseñarme, sino porque siempre le tuve aberración a la cocina. Por supuesto, ahora me arrepiento. Un día antes de venirme a vivir a los Estados Unidos, me enseñó a hacer tamales. Mi mamá era una cocinera excelente. No sólo tenía una sazón extraordinaria, también estudiaba el arte de cocinar. Veía y escuchaba programas culinarios, compraba libros, preguntaba y compartía. Experimentaba con diferentes ingredientes, siempre tratando de mejorar sus recetas (y las de otros). Todo lo que mi mami cocinaba era delicioso, pero mis favoritos eran los más simples: su sopa de fideo, la mejor del mundo, su café con leche y sus frijoles. Ay sus frijoles!

Pero lo mejor que aprendí de mi madre fue a reír. Reíamos de nosotras mismas, reíamos entre lágrimas y nos reíamos de la vida. Gracias madre por enseñarme a encontrar, aun en las tristezas más profundas, alegría.

Hoy celebro mi vida y la tuya. Feliz cumpleaños!





Las manos de mi mami enseñándome como envolver tamales.